Clases de salsa en Málaga

Clases de salsa nivel básico o iniciación:


Puedes elegir el día que mejor te convenga comenzar, de entre los siguientes:

Clases de salsa
            en Malaga 20 euros/hora. Clases particulares. al mes




No. No hace falta que llames para confirmar que vas a venir.

El horario de clases es sólo por la noche. No tengo otros horarios.

Las clases de salsa son un día a la semana, dos horas seguidas ese mismo día.


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Precio de las clases de salsa:


Son 20 euros/hora. Clases particulares. al mes.
No hay que pagar matrícula.
No hay que reservar plaza.
No hay ningún otro cargo oculto.
Si no te gusta la primera clase, te vas y tan amigos.




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Forma de contacto:


Móvil:

Estamos en varios sitios de Malaga. Tienes que mirarlo en la imagen de los horarios, porque cambian muy a menudo. A veces incluso cambia varias veces en la misma semana.


correo electrónico:

Correo electronico de las clases de
              salsa en Malaga 20 euros/hora. Clases particulares. al mes.

Datos legales
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Malaga




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Me observan, me critican, me envidian, y al final me copian.
¡Borregos!



Cuota de nuestra asociación musical: 20 euros/hora. Clases particulares. al mes
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No, no hay que pagar matrícula porque sería ilegal (CREO), pero si eres tan tierno como para planteártelo, con mucho gusto te admito que me invites a una cervecilla ecológica, en compensación.

¿Vale la pena dar clases de salsa por ese precio?

Muchas veces me han preguntado si vale la pena dar clases de salsa por un precio tan barato. Supongo que porque yo soy un firme defensor del no engañar a la gente, y que ese precio cubre justo los gastos. No hay ánimo de lucro. Dar clases de baile a un precio asequible, es rentable. Pero no rentable en términos de dinero, sino por lo bien que te lo pasas. Una frase así, comentada desde el punto de vista del rédito económico, está fuera de lugar. No tiene sentido. Cuando yo me metí en este mundillo de la salsa, lo hice porque sabía que había muchas personas que no podían pagar los precios que entonces cobraban por las clases. A mí me honra el deseo de la gente de aprender a bailar salsa conmigo. Hasta tal punto es así que, de hecho, estoy encantado de que lo hagan. ¿Por qué no?

He atravesado épocas en mi vida en las que apenas tenía dinero para sobrevivir. Me fastidiaba mucho no poder aprender a bailar salsa porque, simplemente, era demasiado pobre para pagar las clases. Así de claro. Por entonces, con el día de hoy en mente, decidí que, cuando yo fuera capaz de transmitir estos conocimientos, siempre habría la opción de hacerlo a bajo precio o incluso sin pagar nada y por eso escribí el libro de las clases de salsa. Que nadie se quedase sin aprender a bailar salsa por unos cochinos euros.

Dar clases de salsa a un precio asequible me hace sentir muy feliz, porque sé que otros no tendrán ese problema que tuve yo. Y sí, me siento orgulloso, y me hace sentir genial invertir mi tiempo pasando del coste de mercado y todo lo demás. Con las clases de baile he recibido impresiones y el agradecimiento de gente que vive en circunstancias mucho más duras de las que yo pasé, que me comentan lo mucho que les ayuda poder acceder a mis clases de baile. Es posible darles la espalda y hacer las cosas de forma cara, muy cara o excesivamente cara, o es posible hacer de este mundo un sitio un poco más humano, haciendo mucho más asequible el acceder al baile. Seguramente también exista un término medio. Yo elijo, en todo caso, cubrir los costes, aunque a veces me toque pagar algo a mí. Ojalá me hubiesen invitado más cuando era yo quien no tenía. Lo hubiese apreciado con creces. Exactamente igual que muchos seguidores de mi trabajo que, años después, vuelven y siguen bailando conmigo cuando ya saben bailar, aunque en su día ya hayan estado tiempo en mis clases. Eso es genial.

Es un precio ruinoso e imposible. Algunos sugerirán, que es un precio ruinoso e imposible. Hasta hoy, han aprendido a bailar conmigo miles de personas de ambos sexos. Una estrategia que me ha salido genial desde mi punto de vista antieconómico, a pesar que soy mucho más pobre que hace once años: me lo paso bomba haciéndolo. Así que no es rentable porque, cubro exclusivamente los gastos. Pero si lo hiciese con afán de hacer negocios, como digo, todo iría viento en popa. Por tanto el precio, en sí mismo, es viable. El problema es que otras personas lo hacen con la intención de forrarse, ni de que sea la forma de generar ingresos: se trata de pasárselo bien bailando y dejar que la gente pague lo que pueda pagar. De ofrecer cultura al alcance de todo el mundo, renunciando a mercantilizar absolutamente todo. Aunque no os lo creáis, hay profesores que cobrar por bailar con ellos en un bar. No me refiero a una clase, sino al baile social. Le pides de bailar, y a cambio de pide 50 euros. Por un baile. Uno.

Si yo buscase dinero… intentaría vender mi libro, montaría una empresa de servicios o algo de eso. Pero no, no buscaría la pasta enseñando a bailar. Quien lo utiliza de ese modo, desde mi punto de vista, está totalmente confundido. Y os lo dice una persona que lleva más de una década con esto del baile, así, de buen rollo. He tenido miles de historias, pero sigo igual de pobre o aún más pobre de cuando empecé. Y me gano mi dinero fuera del mundo del baile, aunque también lo he ganado dentro del sector, dado que otros profesores pagan por anunciarse en algunas de mis páginas de internet. El tener estos precios me ha permitido el alquiler y pagar los gastos que acarrean los locales y nada más, así que considero falso el argumento de que no es sostenible a nivel profesional. Más bien al revés.

¿Por qué siempre pondré precios asequibles?

Porque quiero que la gente pueda aprender a bailar salsa sin preocuparse por la pasta. Porque creo que hacerlo así está bien. Porque elijo currar mis ocho horas en otra cosa, para luego regalar mi tiempo poniendo ese precio. Porque me emociona que alguien haya elegido pagar esos diez euros que cubren gastos, y que podría haber tenido gratis con las clases en los bares, y yo sienta su apoyo para seguir enseñando a mi manera. Porque me seduce la idea de que sea el público quien decida con quien baila. El público es sabio, separa muy bien el grano de la paja. Incluso si no tiene ni idea de cuánto cuesta pagar a un profesor de baile. Sin embargo, a veces su juicio es duro. Y, sobre todo, elijo el cobrar poco porque me da exactamente igual si alguien viene a mis clases o baila gratis en los bares. Si eso me importase, lo mismo pondría otro precio o me dedicaría a otra cosa.

El tener este precio me ha servido bien para hacer llegar mi enseñanza a donde he querido, generando un clima de confianza con quienes bailo. Me hace sentir que envío una muestra de afecto a quienes no podrían pagar los euros que yo podría pedir. Me permite sugerir cuánto pagaría yo por mi obra, sin imponerle ese precio a nadie ni ponerme de acuerdo con otros profesores de baile para cobrar todos lo mismo. Me deja que la gente eche un vistazo y, si no le gusta, que al menos no se vaya arrepentida. Y, sobre todo, me hace creer que otro mundo es posible. No me ha hecho rico en dinero, pero me ha reportado un montón de satisfacciones. Habrá quien diga que con eso no se pagan facturas, pero se logran cosas más importantes que el dinero. Por último, creo que se puede sostener un proyecto dedicado al baile latino sin sangrar a la gente con precios altos. Así que, si hubiese seguido ese camino, sin duda mantener este precio me habría ayudado también en eso.

Estoy convencido de que, si todo el mundo enseñase a bailar a un precio baratito, tendríamos un escenario de creatividad emocionante. No hay que culpar a los precios bajos del éxito o fracaso comercial de una propuesta, puesto que no creo que esa sea su razón de ser. Los negocios van por un lado, la diversión por otro. Si tu negocio no es rentable, echar la culpa a lo que cobran otros o a que los que quieren aprender a bailar salsa son un poco ratas es una vil excusa. Yo he nacido en España, y compro a todo tipo de precios: muchas veces pago más, menos o nada. Y así mucha gente. Por supuesto que protesto cuando me imponen precios altos y, es más, animo a la gente a hacerlo. Del mismo modo que les animo a apoyar de verdad las cosas que les gustan.

Se podría hacer negocio con las clases de salsa, pero a mí no me interesa: prefiero bailar más días y en más sitios y que la gente venga, si quiere,  a mis clases. Nunca juzgo a la gente por su dinero ni por lo que paga o deja de pagar. Y así he ido tirando siempre. Para mí, vale la pena. Porque yo enseño a bailar para el disfrute de mis alumnos y, por extensión, el mío propio. No me he arrepentido nunca de hacerlo. Jamás.




Mapa para llegar:




tu me hiciste brujeria...