Clases de salsa
nivel básico o iniciación:
Puedes elegir el día que mejor te convenga comenzar, de entre
los siguientes:
No. No hace falta que llames para confirmar que vas a venir.
El horario de clases es sólo por la noche. No tengo
otros horarios.
Las clases de salsa son un día a la semana.
_______________
Precio de las
clases de salsa:
Son
10 euros. Clases particulares. al mes.
No hay que pagar matrícula.
No hay que reservar plaza.
No hay ningún otro cargo oculto.
Si no te gusta la primera clase, te vas y tan amigos.
_______________
Forma de contacto:
Móvil:
Estamos en varios sitios de Malaga. Tienes que mirarlo en la
imagen de los horarios, porque cambian muy a menudo. A veces
incluso cambia varias veces en la misma semana.
correo electrónico:
Datos
legales
_______________
_______________
Malaga
_______________
Me observan, me critican, me envidian, y al final me copian.
¡Borregos!
Cuota de nuestra asociación musical: 10 euros/mes. al mes.
No, no hay que pagar matrícula porque sería ilegal (CREO),
pero si eres tan tierno como para planteártelo, con mucho
gusto te admito que me invites a una cervecilla ecológica, en
compensación.
¿Vale la pena dar clases de salsa por ese precio?
Muchas veces me han preguntado si vale la pena dar clases de
salsa por un precio tan barato. Supongo que porque yo soy un
firme defensor del no engañar a la gente, y que ese precio
cubre justo los gastos. No hay ánimo de lucro. Dar clases de
baile a un precio asequible, es rentable. Pero no rentable en
términos de dinero, sino por lo bien que te lo pasas. Una
frase así, comentada desde el punto de vista del rédito
económico, está fuera de lugar. No tiene sentido. Cuando yo me
metí en este mundillo de la salsa, lo hice porque sabía que
había muchas personas que no podían pagar los precios que
entonces cobraban por las clases. A mí me honra el deseo de la
gente de aprender a bailar salsa conmigo. Hasta tal punto es
así que, de hecho, estoy encantado de que lo hagan. ¿Por qué
no?
He atravesado épocas en mi vida en las que apenas tenía dinero
para sobrevivir. Me fastidiaba mucho no poder aprender a
bailar salsa porque, simplemente, era demasiado pobre para
pagar las clases. Así de claro. Por entonces, con el día de
hoy en mente, decidí que, cuando yo fuera capaz de transmitir
estos conocimientos, siempre habría la opción de hacerlo a
bajo precio o incluso sin pagar nada y por eso escribí el
libro de las clases de salsa. Que nadie se quedase sin
aprender a bailar salsa por unos cochinos euros.
Dar clases de salsa a un precio asequible me hace sentir muy
feliz, porque sé que otros no tendrán ese problema que tuve
yo. Y sí, me siento orgulloso, y me hace sentir genial
invertir mi tiempo pasando del coste de mercado y todo lo
demás. Con las clases de baile he recibido impresiones y el
agradecimiento de gente que vive en circunstancias mucho más
duras de las que yo pasé, que me comentan lo mucho que les
ayuda poder acceder a mis clases de baile. Es posible darles
la espalda y hacer las cosas de forma cara, muy cara o
excesivamente cara, o es posible hacer de este mundo un sitio
un poco más humano, haciendo mucho más asequible el acceder al
baile. Seguramente también exista un término medio. Yo elijo,
en todo caso, cubrir los costes, aunque a veces me toque pagar
algo a mí. Ojalá me hubiesen invitado más cuando era yo quien
no tenía. Lo hubiese apreciado con creces. Exactamente igual
que muchos seguidores de mi trabajo que, años después, vuelven
y siguen bailando conmigo cuando ya saben bailar, aunque en su
día ya hayan estado tiempo en mis clases. Eso es genial.
Es un precio ruinoso e imposible. Algunos sugerirán, que es un
precio ruinoso e imposible. Hasta hoy, han aprendido a bailar
conmigo miles de personas de ambos sexos. Una estrategia que
me ha salido genial desde mi punto de vista antieconómico, a
pesar que soy mucho más pobre que hace once años: me lo paso
bomba haciéndolo. Así que no es rentable porque, cubro
exclusivamente los gastos. Pero si lo hiciese con afán de
hacer negocios, como digo, todo iría viento en popa. Por tanto
el precio, en sí mismo, es viable. El problema es que otras
personas lo hacen con la intención de forrarse, ni de que sea
la forma de generar ingresos: se trata de pasárselo bien
bailando y dejar que la gente pague lo que pueda pagar. De
ofrecer cultura al alcance de todo el mundo, renunciando a
mercantilizar absolutamente todo. Aunque no os lo creáis, hay
profesores que cobrar por bailar con ellos en un bar. No me
refiero a una clase, sino al baile social. Le pides de bailar,
y a cambio de pide 50 euros. Por un baile. Uno.
Si yo buscase dinero… intentaría vender mi libro, montaría una
empresa de servicios o algo de eso. Pero no, no buscaría la
pasta enseñando a bailar. Quien lo utiliza de ese modo, desde
mi punto de vista, está totalmente confundido. Y os lo dice
una persona que lleva más de una década con esto del baile,
así, de buen rollo. He tenido miles de historias, pero sigo
igual de pobre o aún más pobre de cuando empecé. Y me gano mi
dinero fuera del mundo del baile, aunque también lo he ganado
dentro del sector, dado que otros profesores pagan por
anunciarse en algunas de mis páginas de internet. El tener
estos precios me ha permitido el alquiler y pagar los gastos
que acarrean los locales y nada más, así que considero falso
el argumento de que no es sostenible a nivel profesional. Más
bien al revés.
¿Por qué siempre pondré precios asequibles?
Porque quiero que la gente pueda aprender a bailar salsa sin
preocuparse por la pasta. Porque creo que hacerlo así está
bien. Porque elijo currar mis ocho horas en otra cosa, para
luego regalar mi tiempo poniendo ese precio. Porque me
emociona que alguien haya elegido pagar esos diez euros que
cubren gastos, y que podría haber tenido gratis con las clases
en los bares, y yo sienta su apoyo para seguir enseñando a mi
manera. Porque me seduce la idea de que sea el público quien
decida con quien baila. El público es sabio, separa muy bien
el grano de la paja. Incluso si no tiene ni idea de cuánto
cuesta pagar a un profesor de baile. Sin embargo, a veces su
juicio es duro. Y, sobre todo, elijo el cobrar poco porque me
da exactamente igual si alguien viene a mis clases o baila
gratis en los bares. Si eso me importase, lo mismo pondría
otro precio o me dedicaría a otra cosa.
El tener este precio me ha servido bien para hacer llegar mi
enseñanza a donde he querido, generando un clima de confianza
con quienes bailo. Me hace sentir que envío una muestra de
afecto a quienes no podrían pagar los euros que yo podría
pedir. Me permite sugerir cuánto pagaría yo por mi obra, sin
imponerle ese precio a nadie ni ponerme de acuerdo con otros
profesores de baile para cobrar todos lo mismo. Me deja que la
gente eche un vistazo y, si no le gusta, que al menos no se
vaya arrepentida. Y, sobre todo, me hace creer que otro mundo
es posible. No me ha hecho rico en dinero, pero me ha
reportado un montón de satisfacciones. Habrá quien diga que
con eso no se pagan facturas, pero se logran cosas más
importantes que el dinero. Por último, creo que se puede
sostener un proyecto dedicado al baile latino sin sangrar a la
gente con precios altos. Así que, si hubiese seguido ese
camino, sin duda mantener este precio me habría ayudado
también en eso.
Estoy convencido de que, si todo el mundo enseñase a bailar a
un precio baratito, tendríamos un escenario de creatividad
emocionante. No hay que culpar a los precios bajos del éxito o
fracaso comercial de una propuesta, puesto que no creo que esa
sea su razón de ser. Los negocios van por un lado, la
diversión por otro. Si tu negocio no es rentable, echar la
culpa a lo que cobran otros o a que los que quieren aprender a
bailar salsa son un poco ratas es una vil excusa. Yo he nacido
en España, y compro a todo tipo de precios: muchas veces pago
más, menos o nada. Y así mucha gente. Por supuesto que
protesto cuando me imponen precios altos y, es más, animo a la
gente a hacerlo. Del mismo modo que les animo a apoyar de
verdad las cosas que les gustan.
Se podría hacer negocio con las clases de salsa, pero a mí no
me interesa: prefiero bailar más días y en más sitios y que la
gente venga, si quiere, a mis clases. Nunca juzgo a la
gente por su dinero ni por lo que paga o deja de pagar. Y así
he ido tirando siempre. Para mí, vale la pena. Porque yo
enseño a bailar para el disfrute de mis alumnos y, por
extensión, el mío propio. No me he arrepentido nunca de
hacerlo. Jamás.
Mapa para llegar: